viernes, 1 de abril de 2005

Empleo indecente en la aldea global

Fuente: porExperiencia, publicación trimestral de los Delegados y Delegadas de Prevención de CCOO 

Mucha gente no hubiera oído hablar de la maquila de no mediar el nombre del músico de hip hop Sean P. Diddy Combs, ex novio de la cantante y actriz Jennifer López, al que la joven trabajadora hondureña Lydda Eli González denunció por abusos laborales en 2003, en una carta que dio la vuelta al mundo. El Comité Nacional del Trabajo de Estados Unidos se hizo eco de la denuncia de la adolescente, de las largas horas extras no pagadas, de las condiciones insalubres y abusivas, de los exámenes de embarazo exigidos a las aspirantes a un empleo en la fábrica que producía en Honduras ropa de la línea Sean John, propiedad del artista norteamericano. “Ahora 15 de nosotros estamos despedidos por haber querido organizarnos en un sindicato para poner fin a los malos tratos y abusos” decía la carta de la trabajadora. Sean Combs tomó cartas en el asunto, el sindicato fue reconocido, anunció que las costureras serían inscritas en el seguro social hondureño, que se eliminarían las pruebas de embarazo y que no se requeriría permiso para ir al baño.

La maquila en Latinoamérica
Una firma extranjera, por lo general estadounidense, realiza en plantas industriales ubicadas en países latinoamericanos, a menudo en zonas francas, operaciones de ensamblaje de componentes hechos en Estados Unidos para ultimar un producto que regresa acabado a este país. Eso es la maquila. Makila en árabe designa la parte de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la molienda.
El reinado de las maquilas o maquiladoras en América Latina se inauguró a finales de los años sesenta con la proliferación de operaciones de ensamblaje y de producción de ropa y textiles a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. Las maquilas se basan en la utilización intensiva de mano de obra barata y las condiciones de trabajo suelen ser las que reflejaba Lydda Eli González en su denuncia. La presión pública en este caso hizo que se instalara ¡aire acondicionado!, en la fábrica de la zona Franca de San Miguel, pero en la maquila es frecuente la inadecuada ventilación a pesar de la presencia de contaminantes, la falta de limpieza, baños insuficientes para cuyo uso es necesario un permiso. La amenaza latente de las empresas de abandonar el país para ir a otro donde la rentabilidad de la producción sea mayor crea una permanente inestabilidad.
Con motivo de la presentación de la campaña Juega limpio en las Olimpiadas, la sindicalista guatelmateca Gloria Córdoba ilustraba la dureza del trabajo a maquila: “además de la explotación las mujeres padecemos maltratos físicos y verbales y asedios sexuales, hay compañeras que han abortado en el trabajo porque no les han concedido el certificado para ir al médico, y lo peor es que son nuestros compañeros de trabajo los maltratadores”.
En su informe sobre el empleo en el mundo 2004-2005, la OIT señala que las maquiladoras de segunda o tercera generación, que precisan empleados más capacitados, es posible que desarrollen vínculos más estables con las economías nacionales pero las que llevan a cabo procesos sencillos de ensamblaje seguirán migrando a países donde la mano de obra sea aún más barata. Las reglas de la economía global no perdonan: ocupación a costa del empleo decente.

China: en el polígono industrial del mundo
A pesar de todo, a finales de 2003, Caja Madrid calculaba que los costes laborales del sector de maquiladoras de México triplicaban a los de China. En consecuencia, para las estrategias empresariales de reducción a ultranza de los costes laborales, China es todavía más interesante que México.
En el mercado globalizado, China se ha convertido en el polígono industrial del mundo hacia donde todos miran. El crecimiento galopante de su economía, casi un 10 % anual y cifras de vértigo, sólo es comparable al de las tasas de accidentes y enfermedades profesionales. Según datos oficiales, en 2002 fallecieron en China 140.000 trabajadores, 380 en el cómputo diario. Otros 25 millones padecen enfermedades relacionadas con su trabajo.
El pasado mes de febrero en un solo accidente morían 213 trabajadores en una mina de carbón en la provincia de Liaoning. Las estadísticas registraron en 2004 la muerte de 6.027 mineros, pero según fuentes independientes, fueron 20.000 las víctimas mortales de los accidentes sobrevenidos en la minería china. La minería es el sector que más sangre aporta al precio pagado por situar a China en los puestos de cabeza de la economía global. Una carrera que en buena medida depende del suministro de carbón, hasta el punto de que el gobierno chino planea construir casi seiscientas centrales más en los próximos años. Según el China Labour Bulletin, el país produjo en 2003 el 30% del carbón mundial pero acumuló el 80 % de la mortalidad laboral registrada en el sector en todo el planeta.
El suministro de carbón condiciona el 60 % de la demanda energética china. Es el principal combustible de un crecimiento económico que incluye la producción, por ejemplo, de más de dos tercios de los juguetes o de las fotocopiadoras de todo el mundo. En muchos casos se trata de producir para firmas extranjeras que aprovechan las condiciones ventajosas del mercado chino de trabajo, unas ventajas empresariales asociadas a desventajas para los trabajadores.
“En la provincia china de Guangdong, una de las regiones industriales de mayor crecimiento del mundo, las trabajadoras hacen más de 150 horas extras al mes y el 90% no tiene acceso a la seguridad social”. Son datos del informe Más por menos: El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizadas realizado el año pasado por Oxfam Internacional. Otro informe, este del Hong Kong Christian Industrial Comité, pone al descubierto las condiciones de trabajo de los empleados en tres compañías, radicadas justamente en la misma provincia, que fabricaban balones de fútbol para cinco de las primeras firmas mundiales de material deportivo. Incumpliendo los propios códigos de conducta de las multinacionales para las que trabajan, el informe revela promedios de entre 11 y 15 horas de trabajo diarias, remuneraciones por debajo del salario mínimo, serios problemas de salud (calor, envenenamiento, quemaduras), falta de instrucciones de seguridad, agotamiento, multas arbitrarias, pagos al contado con devoluciones por retrasos. En una de las compañías, sólo los trabajadores que habían trabajado al menos tres años seguidos “podían beneficiarse de las ventajas de los seguros sociales”.

El Magreb, aquí al lado
En el último informe sobre la Dimensión Social de la Globalización de la OIT se advertía que “existe una preocupación creciente por la calidad deficiente del empleo en algunas partes del sistema de producción global”. En especial, destacaba, esa “situación del empleo se da en las empresas que actúan como subcontratistas para empresas multinacionales en sectores que requieren mucha mano de obra, como las industrias de la confección y del calzado”.
Pero no es necesario ir muy lejos para comprobar la relación entre baja calidad del empleo y movilidad global. Un polémico informe de la ONG SETEM dado a conocer en 2002 mostraba cómo algunas importantes firmas españolas subcontrataban con talleres textiles marroquíes que emplean trabajadoras en condiciones “sociolaborales totalmente precarias e inaceptables”. Sólo en Tánger había entonces más de 500 talleres informales o clandestinos que trabajan para numerosos y variados clientes occidentales. En un estudio más reciente, La moda que aprieta, de Intermón Oxfam una trabajadora llamada Malika cuenta: “El problema es ir al baño. Sólo puedes ir una vez durante el día. He pasado 6 años así y tengo una enfermedad renal”.