Fuente: La Voz de Galicia
«El gallego jesuita Hoyos es un gran olvidado en su país»
Durante sus años de cooperante, el ferrolano conoció al sacerdote que mataron por ayudar a los indios
Cómo explicar la vida de un jesuita guerrillero en
Centroamérica, ahora, en plena batalla contra las FARC de Colombia y
otras manifestaciones de lucha armada en el siglo XXI. El ferrolano Ton
Blanco, hasta hace poco secretario general de CCOO de la banca en
Galicia, cooperante de 1976 a 1981 en Honduras, se lo ha propuesto
porque reivindica la figura de Fernando Hoyos, un vigués caído en las
montañas de Guatemala en los años más negros de la represión en aquel
país. Hoyos era un intelectual formado en los seminarios y universidades
de Salamanca, Munich y Lovaina, había nacido en 1943. Son coautores del
libro homenaje, ya en las librerías, Pilar Hoyos, su hermana, y Enrique
Corral.
-¿Es Hoyos el gran olvidado de aquella guerra civil no declarada?
-Es Guatemala entera y él también. Las cifras de
los muertos por la represión y la contrainsurgencia son espeluznantes
para una nación tan pequeña. Si en Argentina fueron 30.000, en Guatemala
superan ampliamente los 200.000. De una población, entonces, de unos
cinco millones de habitantes, con cerca del 80% de indígenas. Hay que
situarse en aquel tiempo, aquello nada tiene que ver con ETA.
-¿Qué llevó a Fernando Hoyos a la guerrilla?
-Es que había pocas alternativas. Cualquier opción
que se saliera de los cauces oficiales era salvajemente reprimida. Una
comunidad campesina, por ejemplo, decidía enviar un comisionado al
Parlamento para pedir cualquier cosa y nunca regresaba. Lo detenían en
una comisaría que había delante de la cámara legislativa y ya no se
volvía a saber nada. Pasaba lo mismo con profesores, periodistas,
abogados o fiscales... cualquier sospechoso acababa muerto. Hombre, un
pariente del actual presidente guatemalteco, que huía corriendo, fue
perseguido por un helicóptero artillado a tiros hasta que lo asesinaron.
-¿Es también desconocido Hoyos ahora, allí?
-No. Aquí los gallegos no lo conocen, es el gran
olvidado en su propio país, pero en América es un mito, un héroe, hay
bibliotecas que llevan su nombre en Costa Rica, canciones que lo cantan
en Venezuela y Guatemala.
-¿Qué hacía él?
-Fue coherente. A pesar de que sabía que lo iban a
matar porque sufrió un intento de secuestro poco antes se propuso ayudar
y no dejar a las poblaciones indígenas. Utilizaba la pedagogía de Paulo
Freire. Pero cualquier persona que hacía allí estas cosas se convertía
en un sospechoso. Los asesinatos de blancos eran selectivos pero los de
indios fue un verdadero genocidio, poblaciones enteras masacradas...
Fernando cayó, precisamente, cuando trataba de ayudar a Chepito, un niño
de poco más de doce años al que habían herido en una emboscada. Los dos
cuerpos cayeron al río San Juan y nunca más se supo de ellos. Era amigo
de Jon Sobrino, el jesuita que mataron con Ellacuría en El Salvador, de
Vicente Menchú, el padre de Rigoberta, que murió cuando el ejército
asaltó la embajada de España en 1980 para desalojar a unos campesinos.
El libro ha sido publicado por la Fundación 10 de Marzo, de CC.OO.