El pasado viernes 7 de junio apareció en el diario ABC la noticia del próximo cambio de destino del actual Director General de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), D. Juan López-Dóriga. Una noticia que sorprendió al sector de la cooperación –ONGDs, académicos, expertos, sector privado,- por ser el Sr. López-Dóriga un profesional de la cooperación de larga trayectoria, muy respetado y que ha desempeñado cargos de alta dirección en la Cooperación Española bajo varios Gobiernos de diferente signo político desde hace dos décadas. Su próxima sustitución y la potencial reorganización a que dé lugar la misma, supone un factor adicional de inquietud para la Cooperación Española en relación con la capacidad y autonomía de la Agencia que cumple 25 años de trabajo comprometido y solidario, con el impulso de un gran equipo de personas en España y en sus sedes en países en desarrollo.
La cooperación española ha pasado de ser un donante situado en un nivel acorde con su dimensión económica en el mundo, aportando un 0,46% de nuestra riqueza a la cooperación internacional en el año 2009, a bajar al furgón de cola, con un 0,15% en 2012, devolviéndonos a niveles de ayuda de hace más de 20 años. Si nuestra renta ha disminuido un 4% durante los años de la crisis, la política de cooperación ha caído en ese mismo período más de un 70%, en una desproporción incomprensible.
La comunidad de donantes, con países también en situación de estancamiento o crisis económica, ha reducido en promedio su cooperación tan solo un 4%. Un dato que ofrece una mala imagen de España en el exterior, como incumplidora no ya de una obligación moral, sino de diferentes compromisos internacionales que se adoptan conjuntamente por muchos países confiando los unos en los otros. Además se ha degradado nuestra imagen: lo que se ve desde fuera es que con la llegada de la crisis, España abandona a los últimos: las víctimas de hambrunas, conflictos y crisis humanitarias. La acción humanitaria de la AECID cayó un 90% hasta un presupuesto anual de 22 millones de euros, menor que el presupuesto humanitario anual de varias ONGD españolas.
Especialmente grave es este caso, la AECID. La Agencia Española ha sufrido una caída durísima: ha pasado de un presupuesto anual de 926M€ en 2010, a uno de 264M€ en 2013.Un recorte difícil de encajar para cualquier institución pública o privada que ve devastadas sus capacidades en un tiempo record. En consecuencia se están cerrando programas y proyectos en varios países, rompiendo compromisos adquiridos con Gobiernos y organismos internacionales, y dejando en la mínima expresión la acción humanitaria. Millones de personas se están viendo afectadas cada día por estos profundos recortes.
La tasa a las transacciones financieras, que España deberá aprobar en 2014, como ha comprometido ante la UE, debe ser una fuente fundamental de recursos adicionales para la cooperación, permitiendo una recuperación de esa actividad desde el mismo ejercicio 2014. Los ingresos esperados deben incluirse en el próximo presupuesto y el destino de sus recursos debe ser la atención a las víctimas de la crisis dentro de España, y en el exterior a través de políticas de cooperación y acción humanitaria.
LA AGENCIA QUE QUEREMOS
En esta nueva fase que abre el cambio en la dirección de la AECID, consideramos que es fundamental garantizar para la misma:
- Un presupuesto en franca recuperación desde el mínimo histórico en que se encuentra en la actualidad
- Una orientación sectorial y de sus instrumentos inequívoca hacia el impacto sobre la reducción de la pobreza.
- Un equipo profesional y comprometido motivado por un proyecto claro y con suficiente estabilidad como para impulsarlo.
- Una renovada apuesta por el trabajo con diferentes sectores, en particular con las ONGD de desarrollo, manteniendo su papel estratégico y fortaleciendo los instrumentos de colaboración y financiación plurianuales.
- Una Agencia abierta a nuevas modalidades de cooperación –triangular, Sur-Sur- y que dé un salto de calidad en lo referido a la evaluación y aplicación del aprendizaje de los programas que ejecuta. Transparente en sus procesos de toma de decisiones y en la socialización de los resultados de sus actuaciones.
- Una renovada apuesta por la educación para el desarrollo, la sensibilización y la información a la ciudadanía sobre las actuaciones e impactos de la ayuda.