Fuente: porExperiencia, publicación trimestral de los Delegados y Delegadas de Prevención de CCOO
Ser trabajadora de una maquila es estar sometida a jornadas de trabajo
extenuantes. La doble jornada es lo habitual en todas nosotras. Además del
trabajo en la fábrica nos vemos obligadas a realizar todo el trabajo doméstico y
familiar.
Los dueños de las maquilas tratan de impedir que los sindicatos entremos en
sus empresas para no tener que hacer ninguna restricción a las durísimas
condiciones de trabajo que nos imponen. Asistimos constantemente al despido y
represión de las sindicalistas que se atreven a alzar la voz. En otros países
centroamericanos la represión es aún mayor. En Guatemala sólo en dos empresas
maquiladoras se ha conseguido crear un sindicato y su supervivencia está
amenazada. La violencia contra las sindicalistas es moneda habitual. Las
empresas maquiladoras se trasladan de país, buscando pagar los menores salarios
posibles y las leyes más flexibles y beneficiosas para sus intereses.
Actualmente muchas se han instalado en Nicaragua dado que su salario mínimo
equivale más o menos a 70 euros al mes, frente por ejemplo a los aproximadamente
240 euros de Costa Rica.
A lo largo de estos años, muchos hombres y mujeres han sufrido los efectos
sobre su salud de las durísimas condiciones de trabajo a las que están
sometidos. Muchas mujeres sufren abortos (en San Pedro Sula,
Honduras, las mujeres de las maquilas están dando a luz a los 6 ó 7 meses de embarazo) y algunas, como es el caso de Karla Manzanares, trabajadora de la empresa Jonh Garments, tienen que abortar en el baño de la empresa al no recibir el permiso solicitado a su supervisora para ir al médico.
El ritmo de trabajo, las altas normas de producción, el exceso de horas extras son una constante causa de accidentes de trabajo. A ello se suman unas deficientes instalaciones, con muy mala luz y ventilación que obligan a trabajar a altas temperaturas y sometidas a la exposición de productos tóxicos, con maquinarias peligrosas que no cuentan con mecanismos de seguridad y todo ello sin disponer siquiera de unos mínimos medios de protección individual, ya que los colectivos son una pura entelequia. A veces la empresa nos facilita equipos de protección para cuando hay aviso deque llega un inspector de trabajo y luego los retiran.
El maltrato físico y psicológico está a la orden del día.
Nos llegan a cerrar los baños para que no podamos ir nada más que cuando nos autorizan. Ello nos supone a las mujeres todo tipo de problemas y vejaciones.
Pero no sólo esto. Constantemente se nos niega el derecho a ausentarnos del trabajo para ir al médico cuando nos sentimos enfermas. A lo más, desde la misma empresa se nos dan pastillas de “Neofrén” para que podamos seguir trabajando. Los despidos de mujeres embarazadas están a la orden del día y recientemente el nuevo gobierno ha tenido que sacar un reglamento para impedirlo.
A pesar de nuestras reclamaciones, no existen actividades preventivas en las empresas, ni se respeta la mínima normativa de seguridad e higiene.[...], hasta ahora los recursos de la Inspección de Trabajo, además de ser muy insuficientes, no han actuado como debieran para asegurar el cumplimiento de las leyes. El resultado son tantos trabajadores lesionados y enfermos, como José Miranda trabajador de la empresa Rocedes [en Nicaragua] quien sufrió graves quemaduras que lo dejaron marcado de por vida.
Los sindicatos estamos intentando luchar contra toda esta precariedad laboral. Dada la dificultad para crear sindicatos desde dentro de las empresas por la represión a las que se somete a los trabajadores (o te compran o te echan), hacemos un trabajo desde las estructuras territoriales [...] y nuestra voluntad es la de realizar un trabajo sindical que obligue a mejorar las condiciones de trabajo para así proteger mejor nuestra salud, nuestra dignidad y nuestra autoestima.
La reciente constitución del Instituto Sindical de América Central y el Caribe (ISAAC) nos está posibilitando una formación sindical en materia de salud laboral que veníamos demandado y nos pone en mejores condiciones para enfrentarnos a los problemas que tenemos. Los sindicalistas y los trabajadores y trabajadoras del sector necesitamos capacitarnos, recibir la información adecuada sobre los efectos de los productos químicos que manipulamos cotidianamente, y también del asesoramiento y apoyo de las estructuras sindicales especializadas para llevar la prevención a nuestras empresas. La cooperación y el apoyo sindical que se nos da desde organizaciones sindicales europeas, como es el caso de Comisiones Obreras o los sindicatos daneses, es para nosotros importantísimo y constituye una buena muestra de lo que la solidaridad sindical puede lograr.
* Elisabeth Pardiñas y Damanys Mera Guillen son trabajadoras y sindicalistas del sector de la maquila.