101 sindicalistas asesinados en el 2009, de los que 12 son hondureños.
El Informe Anual de la CSI sobre los derechos 
sindicales documenta un impresionante incremento en el número de 
sindicalistas asesinados en 2009: 101 muertes – un 30% más que el año 
anterior. El Informe, publicado el día de hoy, expone además la 
creciente presión que pesa sobre los derechos fundamentales de los 
trabajadores de todo el mundo debido al impacto, cada vez más profundo, 
de la crisis económica global en el empleo.
 
De las 101 víctimas, 48 fueron 
asesinadas en Colombia, 16 en Guatemala, 12 en Honduras, seis en México,
 seis en Bangladesh, cuatro en Brasil, tres en la República Dominicana, 
tres en Filipinas, una en la India, una en Iraq y una en Nigeria. 
Veintidós de los sindicalistas colombianos asesinados eran dirigentes 
sindicales, y cinco de ellos mujeres, lo que mantiene la acometida 
registrada en años anteriores. La escalada de la violencia en Guatemala y
 Honduras también sigue una tendencia que se ha venido desarrollando en 
los últimos años.
“Colombia ha vuelto a ser el país 
donde defender los derechos fundamentales de los trabajadores significa,
 con mayor probabilidad que en ningún otro país, sentencia de muerte, a 
pesar de la campaña de relaciones públicas del Gobierno colombiano en el
 sentido contrario. El empeoramiento de la situación en Guatemala, 
Honduras y varios otros países es también motivo de extrema 
preocupación”, dijo Guy Ryder, Secretario General de la CSI.
El informe de este año vuelve a 
registrar una extensa lista de violaciones sufridas por sindicalistas 
que luchan por defender los intereses de los trabajadores, en esta 
ocasión en 140 países. Otras violaciones siguen sin ser registradas 
debido a que mujeres y hombres trabajadores se ven privados de los 
medios necesarios para hacer oír sus voces, o bien prefieren no hablar 
por miedo a las consecuencias que ello pudiera implicar para sus empleos
 o incluso para su seguridad física. Junto con la abrumadora lista de 
asesinatos, el Informe proporciona documentación detallada de acosos, 
intimidaciones y otras formas de persecución antisindical.
Se ha tenido además noticia de otros
 10 intentos de asesinatos y 35 amenazas de muerte, una vez más en 
Colombia y Guatemala principalmente. Por otro lado, numerosos 
sindicalistas permanecen en prisión, y en 2009 se sumaron a ellos un 
centenar más. Muchos otros fueron arrestados en Irán, Honduras, 
Pakistán, Corea del Sur, Turquía y Zimbabwe. La situación general con 
respecto a los derechos sindicales continuó deteriorándose en numerosos 
países, entre ellos Egipto, la Federación Rusa, Corea del Sur y Turquía.
Las fuerzas antidemocráticas han 
seguido tomando como blanco de sus ataques la actividad sindical, 
conscientes de que los sindicatos suelen situarse en primera línea a la 
hora de defender la democracia. Esto quedó patente en Honduras, durante 
los episodios de violencia que siguieron al Golpe de Estado; y en 
Guinea, durante una manifestación de protesta contra la Junta en el 
poder que desembocaría en una terrible matanza el 28 de septiembre.
En cada una de las regiones se 
documentaron numerosos casos de represión de huelgas y ataques contra 
huelguistas. Miles de trabajadores y trabajadoras que se manifestaban 
para reclamar sus salarios, denunciar unas condiciones de trabajo 
extremas o los efectos perniciosos de la crisis financiera y económica 
mundial, fueron objeto de agresiones, arrestos y detenciones, en países 
como Argelia, Argentina, Belarús, Birmania, Côte d’Ivoire, Egipto, 
Honduras, India, Irán, Kenya, Nepal, Pakistán y Turquía. También se ha 
tenido noticia en muchos países de despidos de trabajadores/as a causa 
de sus actividades sindicales. En Bangladesh, seis trabajadores de la 
confección que estaban en huelga para reclamar un incremento salarial y 
el pago de salarios adeudados perdieron la vida como consecuencia de una
 intervención policial.
Los empleadores siguieron 
recurriendo a presiones y acciones encaminadas a destruir los 
sindicatos. En varios países, diversas empresas amenazaron a los 
trabajadores con cerrar las plantas de producción si optaban por 
organizar o afiliarse a un sindicato. Muchas veces, sencillamente se 
negaron a negociar con los representantes legales de los trabajadores y 
trabajadoras, sin que las autoridades hiciesen nada al respecto. Algunos
 códigos laborales fueron enmendados para permitir una mayor 
“flexibilidad” y para desbaratar los sistemas de seguridad social, lo 
cual suele tener un impacto importante en el sistema existente de 
relaciones industriales y redunda en un recorte de los derechos 
sindicales.
El debilitamiento de las normas del 
trabajo internacionalmente reconocidas ha supuesto que cada vez más 
trabajadores se enfrenten a la inseguridad y vulnerabilidad en el 
empleo: el 50% de la mano de obra global tiene un trabajo vulnerable. 
Esto afecta a los trabajadores y trabajadoras en las zonas francas 
industriales, especialmente en el Sudeste asiático y en América Central;
 a los empleados del servicio doméstico, sobre todo en Oriente Medio y 
el Sudeste asiático; a los migrantes y a los trabajadores/as agrícolas.
Conviene mencionar que las mujeres 
representan la mayoría de la mano de obra en estos sectores. Por otro 
lado, se ha constatado el crecimiento del empleo informal y el 
desarrollo de nuevas formas de empleo “atípico”, tanto en las regiones 
como en los distintos sectores industriales. Las dificultades que 
encuentran estos trabajadores a la hora de organizarse o de ejercer sus 
derechos sindicales guardan relación directa con su posición vulnerable 
en el mercado laboral.
El Informe también pone de relieve 
muchos casos en los que, aun cuando los derechos sindicales están 
oficialmente protegidos por la legislación, las restricciones en la 
cobertura legal y una aplicación débil o inexistente se suman a la 
vulnerabilidad de los trabajadores que luchan en las profundidades de la
 crisis. En un gran número de países las huelgas están severamente 
restringidas o rotundamente prohibidas. Por otro lado, unos 
procedimientos complejos, la imposición del arbitraje obligatorio y el 
recurso a definiciones excesivamente amplias de los “servicios 
esenciales” hacen que el ejercicio de los derechos sindicales resulte a 
menudo imposible en la práctica, con lo que se priva a los trabajadores y
 trabajadoras de sus derechos legítimos a contar con una representación 
sindical y a participar en acciones industriales.
“El informe de la CSI de este año 
muestra que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras del mundo 
todavía carecen de una protección efectiva de sus derechos a organizar 
sindicatos y negociar colectivamente, un factor importante del 
incremento a largo plazo de la desigualdad económica dentro y entre los 
países. Los ingresos inadecuados para la mayoría de la mano de obra 
mundial contribuyó a provocar la crisis económica global, y está 
haciendo que resulte mucho más difícil encauzar la economía por la vía 
del crecimiento sostenible”, dijo Ryder.