Señora Doña Aguas Ocaña de Maduro
Primera Dama de la República de Honduras
Presidencia de la República
Madrid, 23 de Noviembre,2005.
Distinguida Señora Doña Aguas Ocaña, respondiendo a una invitación de un grupo de escritores jóvenes Hondureños y bajo los auspicios del Ministerio de Cultura de España y su Dirección General del Libro y Bibliotecas, así como de la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Consulado de España en Tegucigalpa, he visitado su país entre los días 4 y 14 del presente mes. He realizado lecturas de mi obra poética en diferentes centros culturales, entre otros, la Biblioteca Nacional, el Teatro Manuel Bonilla, el Salón de Cabildos, en el Centro Cultural Sampedrano, etc.; en todas las oportunidades he tenido la inmensa satisfacción de ser acogido con una muy cordial generosidad, aceptando con agradecimiento la distinción de Huésped de Honor de la Corporación Municipal del Distrito Central, entre las innombrables muestras de afecto del pueblo, los artistas y escritores de Honduras. Imborrable en mi memoria será mientras viva la experiencia emocionante que a través de las humildes palabras de mi poesía me ha permitido ponerme en contacto con los más dignos corazones de su tierra, las personas que aún siguen creyendo en el valor civilizador de la literatura como una de las más altas expresiones de la inteligencia y la dignidad humana. Así se lo he agradecido tanto al anónimo ciudadano que escuchaba con respeto mis versos, como al Sr. Ministro de Cultura que tuvo la gentileza de acompañarnos en alguno de los recitales poéticos.
Durante mi viaje a Honduras he tenido la oportunidad, también, de interiorizarme sobre la problemática de otros aspectos relativos a la realidad social del país. Invitado por organismos vinculados a la Defensa de los Derechos Humanos, que en todo momento respondieron con atención a mi interés por el tema, he podido visitar, entre otras instituciones penitenciarias, el Complejo Pedagógico Renaciendo de Tamara, razón fundamental que motiva esta carta en la que con el máximo respeto y apelando a su condición de Primera Dama del País hondureño, y la sensibilidad social que ha presidido la preocupación de su quehacer desde tan alta responsabilidad, le ruego me permita exponerle.
He conocido a lo largo de mi vida hechos, memorias, heridas de la historia, crisis civiles del pensamiento democrático; he visto situaciones terribles y dolorosas en las que la dignidad del ser humano, primera y única alianza con que la imaginación establece su vínculo con las palabras de un porvenir más justo y próximo a los ideales de la sencilla felicidad, ha sido violentada, negada, expulsada del territorio de los derechos naturales. He oído relatos estremecedores sobre el mal, he leído páginas cuya verdad solo puede ser comparada a la descripción del infierno en la tierra. He creído que la historia, las enseñanzas del pasado, los innumerables e inútiles crímenes ejecutados en nombre de las más deplorables ideologías, algún impedimento habrían de suponer para que no se repitieran en los calendarios del presente. He soñado que el derecho a la vida, el derecho sagrado a no ser violentado, torturado, a ser sometido a juicio justo y no a tratos crueles, inhumanos y degradantes, era una conquista histórica de la humanidad, de los pueblos que han elegido la democracia como forma de relacionarse entre sus semejantes. He sostenido la convicción moral de que en su país, Honduras, miembro de la Comunidad Internacional, pueblo honorable de una nación respetada, la conducta y cuidado hacia la condición civil de sus ciudadanos era una lógica política, que aún en sus particularidades problemáticas, situaba el respeto a los Derechos Humanos como norte y referencia de su quehacer institucional.Señora Aguas Ocaña, créame, comprometo en estas palabras que le escribo todo mi honor y dignidad personal si falto por un instante a la verdad en cuanto le expongo. Mi visita al Complejo Pedagógico Renaciendo de Tamara ha sido un descenso a los infiernos inimaginables del horror. He visto a decenas de muchachos, niños, adolescentes, encerrados como alimañas en jaulas insalubres, barracones oscuros, sin ventilación, enfermos, hambrientos, desesperados. He hablado con ellos, me han relatado episodios que ofenderían la sensibilidad de los oídos más indiferentes, he visto las huellas de los malos tratos y la tortura en sus cuerpos, he mirado sus rostros horrorizados por el miedo, el temor a una nueva violación, a otro simulacro de fusilamiento, a la siguiente paliza. He visto en las paredes de los barracones las huellas de los disparos de fuego real realizadas como amedrentamiento contra muchachos durante arbitrarios registros nocturnos, he reconocido los síntomas de la enfermedad en sus rostros, la enajenación mental que produce el maltrato sistemático, el grito de auxilio de seres humanos que se saben condenados a muerte.
No le estoy describiendo Señora Aguas Ocaña un barracón del campo de exterminio de Auschwitz, bajo la Alemania nazi, le estoy describiendo las condiciones de vida de decenas de muchachos recluidos en el Complejo Pedagógico Renaciendo de Tamara, Honduras, el martes 8 de Noviembre del año 2005. Si la pedagogía es el arte de enseñar y educar a los niños, si el arte es la virtud de y el buen poder y la eficacia y la habilidad para hacer alguna cosa que exprese sensiblemente la condición y desarrollo de la conciencia inteligente del ser humano, el lugar y la realidad que yo he visto y le refiero niega en conjunto esas premisas. En los módulos del Complejo Pedagógico Renaciendo de Tamara no he visto ni a un solo educador, ni a ningún médico ofreciendo su cuidado a los niños enfermos, no he visto ni un solo libro, ni una cama, ni un servicio higiénico, ni un solo lápiz, ni una sola libreta de papel, no he visto ni una sola sonrisa, no he visto a nadie que pudiera ejercer ni un solo derecho ciudadano. He visto hasta herirme con tal visión los ojos, hasta sentir vergüenza de mi propio privilegio de persona libre, a otras personas no libres, encerradas en la mayoría de los casos sin inculpaciones ni procesos judiciales resolutorios, amontonados como escombros, niños en su totalidad menores de 18 años que ya no esperan nada de la vida, derrotados por el olvido de su sociedad, arrojados a la intemperie, sin opción alguna de reintegrarse, sin posibilidad alguna de imaginar que el mundo es otra cosa que su precaria e ínfima realidad: un barracón cegado al mundo exterior sin otro horizonte que la lenta desaparición en silencio hasta la extenuación de sus cortas vidas.Señora Aguas Ocaña, he abandonado ese “Complejo Pedagógico” con la certeza de abandonar un campo de exterminio. No podré abandonar jamás esa visión, al muchacho de 14 años que amarrado de pies y manos me gritó auxilio al cruzar la última puerta del infierno, las cucarachas por todas partes, las aguas fecales inundando el barracón dormitorio, los relatos de violaciones sexuales y tortura sistemática, lo indescriptible que ofendería el propio valor de las palabras que los seres humanos han atesorado a través de las civilizaciones para dar cuenta de la verdad y el misterio de su existencia. Concluyo Sra. Aguas Ocaña, ante tal situación me dirijo a usted en su condición de esposa del SR. Presidente de la República de Honduras y que ha tenido a su cargo la preocupación y salvaguardia de los derechos de la infancia en su país, para que interceda ante cuantas instituciones le sea posible y en virtud de los TRATADOS internacionales suscritos por el Gobierno de Honduras, para que con urgencia, se produzca un cambio inmediato en las condiciones de reclusión de los jóvenes recluidos en el Complejo Pedagógico Renaciendo de Tamara, así como la necesidad de cambiar la “política” de tortura, represión y exterminio de jóvenes que existe en el país.
Apelo a la sensibilidad de su persona, a sus altas responsabilidades de Estado, a su condición de compatriota española. Apelo y le ruego que tome estas palabras como ejercicio de una sencilla responsabilidad civil, palabras de un poeta que no tiene hoy mayor tarea ni compromiso con su trabajo que el suyo, ayudar a que los demás seres humanos puedan cumplir en dignidad la esperanza de sus propios sueños. La vida, escribió alguna vez el dueño de las estrellas, venga siempre las ofensas de los hombres con las salvas de la primavera. No espero otra cosa del futuro que la pedagogía de lo que renace.
Muchas gracias por su atención Sra. Aguas Ocaña, le saluda atentamente,
JUAN CARLOS MESTRE
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