INFORME CSI 2010: Más 100 sindicalistas asesinados.
Aunque en los países en los que hay juego democrático el problema de la hostilidad o aislamiento mediático de las posiciones sindicales tiene una importancia grande, no es, sin duda, el más duro de los ataques que sufren el sindicalismo en el mundo, agudizados por las consecuencias de la crisis y por los conflictos sociales que el modelo de salida de la misma implican.
Durante el pasado año, y especialmente a partir del momento en que se convocó la huelga general del 29 de septiembre, el sindicalismo confederal español ha sufrido una durísima campaña de prensa denigratoria por parte de los medios de comunicación de orientación derechista como no se ha conocido desde la recuperación de la democracia.
La mayor parte de estos medios no se han detenido ante la utilización de la calumnia y la injuria, en ese estilo habitual de la extrema derecha, combinando los ataques personales a los dirigentes y al colectivo de sindicalistas profesionales –los “liberados”- con las acusaciones de vivir de los presupuestos públicos y de representar un tipo de sindicalismo trasnochado, incapaz de adaptare a la evolución de las sociedades modernas. Sin importar no ya la verdad sino la misma coherencia de su discurso, podían atacar a CC OO y UGT por defender “sólo a los trabajadores con empleo fijo”, en el mismo momento en que la prioridad de sus esfuerzos estaba en la creación de empleo, la reducción de los contratos temporales o la mejora de la protección de los parados; o bien, calificarlos de “vendidos al Gobierno” por no convocar una huelga general política contra Zapatero, cuando este no adoptaba medidas de recorte de los derechos laborales y sociales, y seguir siendo una mezcla de vendidos y radicales trasnochados cuando se convocó la huelga general del 29 de septiembre, ante la adopción por el Gobierno de Zapatero del conjunto de medidas antisociales más extenso que se haya conocido en democracia. Un análisis semántico de esta campaña sería un buen filón para los estudiosos de la comunicación. Una vez decretado, en contra de la verdad, el fracaso de la huelga del 29 de septiembre, la campaña disminuyó en intensidad. Al comenzar el nuevo año la campaña parece que vuelve a empezar.
Vuelve el neoloberalismo
Una campaña de prensa antisindical tan intensa no se producido en otros países europeos, incluidos aquellos que han vivido movilizaciones sindicales más duras y prolongadas como Grecia y Francia. Pero sí existen numerosos ejemplos en otros países y momentos. Lo que se detecta con claridad es que la reacción de los poderes económicos del mundo, en particular del capital financiero, tras su salvamento por los gobiernos y tras haber tenido que soportar políticas keynesianas durante un par de años –en Europa sólo año y medio- y las amenazas de ser regulados y controlados algo más –por el momento sólo amenazas- es la de volver a imponer su agenda neoliberal con la colaboración de una gran parte de los medios de comunicación. Hoy, en Europa, a pesar de las críticas de políticos europeístas y de las líneas editoriales de periódicos de referencia –Le Monde, Financial Times, etc.- a los descomunales errores e insuficiencias del liderazgo político europeo –capitaneado por Merkel y su acompañante Sarkozy- son pocos los que cuestionan a fondo las políticas de ajuste de la agenda neoliberal renacida.
Aunque en los países en los que hay juego democrático el problema de la hostilidad o aislamiento mediático de las posiciones sindicales tiene una importancia grande, no es, sin duda, el más duro de los ataques que sufren el sindicalismo en el mundo, agudizados por las consecuencias de la crisis y por los conflictos sociales que el modelo de salida de la misma implican.
Impacto e la crisis en el empleo
Desde 2008, la crisis económica y financiera mundial ha tenido un enorme impacto sobre el nivel de empleo en todo el mundo. Cerca de 40 millones de puestos de trabajo se han perdido (datos de la OIT). La amenaza del desempleo, la precarización y el paso a la economía informal pesan aún sobre muchos otros millones de trabajadores y trabajadoras. La OIT estima que actualmente el 50% de la mano de obra global tiene un trabajo precario. Esto afecta a los trabajadores de las zonas francas industriales, especialmente en el Sudeste asiático y en América Central, a los empleados del servicio doméstico (sobre todo en Oriente Medio y el Sudeste asiático), los migrantes y los trabajadores/as agrícolas. En estos Sectores, las mujeres son mayoría. Los trabajadores de la economía informal y los precarios -entre ellos los que sufren una forma de empleo atípico como los falsos autónomos- encuentran dificultades adicionales para organizarse sindicalmente y hacer valer sus derechos.
La violación de los derechos sindicales en el mundo
La Confederación Sindical Internacional (CSI) constata, en su “Informe, 2010, sobre Violaciones de los Derechos Sindicales en el Mundo” (1), que “…la tarea central de los sindicatos, como es la defensa y promoción de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y de empleos decentes para todos, resulta más difícil que en ningún otro momento de la historia reciente. De hecho, en muchos países, a pesar del llamamiento lanzado por los Líderes del G20, las autoridades públicas y el sector empresarial han seguido utilizando la crisis como pretexto para debilitar y socavar los derechos sindicales”.
El número de países afectados por violaciones, más o menos graves, de los derechos sindicales ha aumentado hasta llegar a 140. En la más grave de todas, el asesinato de sindicalistas, los casos se incrementaron de 76, en 2008, a 101, en 2009 (un 30% más). Por países: 48 en Colombia, 16 en Guatemala, 12 en Honduras, seis en México, seis en Bangladesh, cuatro en Brasil, tres en la República Dominicana, tres en Filipinas, uno en India, uno en Iraq y uno en Nigeria. La concentración de 85 de los asesinados en América Latina es un hecho notable, habiendo aumentado el porcentaje que se acumula en esta Región del mundo que presenta el más elevado grado de desigualdad social de nuestro planeta. De los 48 sindicalistas asesinados en Colombia, la nación que año tras año encabeza este macabro ranking, 22 eran dirigentes sindicales. En 2009 también destacan los casos de Guatemala y Honduras que superan ampliamente la decena de sindicalistas asesinados.
La estadística anterior se refiere a los casos de asesinatos individuales premeditados. Se elevan a centenares el número de trabajadores muertos o heridos, por disparos de las policías o las fuerzas armadas, en protestas laborales y sociales convocadas o apoyadas por sindicatos. El caso más sangriento, en 2009, fue la matanza del 29 de septiembre en Guinea (Conakry) en el que un número todavía mal contabilizado de personas –que pudieron haber sido varios centenares- murió en la represión del Ejército de la huelga general y las manifestaciones, convocadas por los sindicatos en defensa de la democracia. Este compromiso del sindicalismo confederal en la defensa de la libertad y la democracia, y sus dramáticas consecuencias cuando se enfrenta a golpes de estado, también se puso de manifiesto en Honduras, tras el derrocamiento del presidente constitucional Manuel Zelaya. Pero así mismo, en conflictos laborales: en Bangladesh, seis trabajadores de la confección que estaban en huelga para reclamar un incremento salarial y el pago de salarios adeudados perdieron la vida como consecuencia de una intervención policial.
Las detenciones y las penas de prisión por el ejercicio de actividades sindicales llevaron a las cárceles a miles de sindicalistas. Destacan en ello países como Irán, Honduras, Pakistán, Corea del Sur, Turquía Y Zimbawe. Éste es uno de los aspectos más destacados de la vulneración de los derechos sindicales en el mundo. El informe de la CSI menciona como países en los que ha habido un más claro deterioro del respeto a los derechos sindicales a Egipto, la Federación Rusa, Corea del Sur y Turquía. Las violaciones de los derechos sindicales no pueden ser en bastantes ocasiones denunciadas por el clima de acoso e intimidación que sufren los trabajadores que quieren iniciar o desarrollar actividades sindicales en las empresas. El momento de crear un sindicato es cuando en muchos países los trabajadores son despedidos por los empresarios. En lugares del Norte y el Sur de América, por ejemplo, en países en donde existe libertad sindical formal -como EE UU, Perú o Colombia- el proceso de creación de un sindicato en una empresa, en el cual sus promotores tienen que cubrir numerosos requisitos, es utilizado por los empresarios para despedir a quienes lo intentan.
La represión de huelgas, manifestaciones y otros actos de protesta sigue produciendo cada año miles de heridos y detenidos en todas las regiones del mundo. En los últimos dos años, a los objetivos habituales de las protestas sindicales –reclamación de salarios o denuncia de condiciones de trabajo especialmente onerosas- se han añadido las de denuncia de la crisis, sus consecuencias y las políticas de los gobiernos frente a ella. En 2009 el mapa de este tipo de conflictos, con su secuela de agredidos y detenidos, fue muy extenso. Como botón de muestra: Argelia, Bielorusia, Birmania, Costa de Marfil, Egipto, Honduras, India, Irán, Kenya, Nepal, Pakistán y Turquía.
Crisis, represión y control político de los sindicatos
Hay que referirse, por su actualidad y proximidad, a las protestas sociales que se están produciendo en el momento de escribir estas líneas en dos países del Magreb: Túnez y Argelia. Son protestas contra las consecuencias de la crisis y la fundada sensación de falta de futuro de los jóvenes, la mayoría de ellos en paro o con trabajos informales que proporcionan ínfimos ingresos, muchos de ellos diplomados universitarios. La brutal respuesta policial de una dictadura –Túnez- y un régimen autoritario –Argelia- han producido decenas de muertos, hasta el momento, en protestas que, surgidas de un modo más o menos espontáneo, tocan a las puertas de unas centrales sindicales, de carácter casi único y fuertemente influenciadas por sus gobiernos, aunque con respectivas historias en las que se alternan períodos de subordinación con otros de mayor autonomía y aún de confrontación. La evolución de la situación en Túnez merece ser seguida con atención. La dirección de la UGTT ha pasado de una posición de apoyo al Gobierno del dictador Ben Alí a otra de pretendida equidistancia y búsqueda de una posición “pacificadora”, mientras que numerosas federaciones y sindicatos se suman a la protesta, destacando la federación de enseñanza que ha llamado a una huelga general a la que el Gobierno , también atemorizado por la activa participación de los estudiantes en las protestas masivas, ha respondido clausurando todos los centros educativos por tiempo indefinido.
La intervención de los gobiernos en la configuración y el control del sindicalismo tiene una amplia tradición en numerosos países y a lo largo de toda la Historia del movimiento sindical. Se puede decir, de modo general, que donde no hay democracia no hay libertad sindical ni los derechos sindicales fundamentales se respetan. Pero la propensión del poder político o de los partidos políticos a controlar o influenciar al sindicalismo también se da en bastantes naciones democráticas. En ocasiones, las propias direcciones de las centrales y sindicatos valoran más dicha influencia que la autonomía sindical. El caso extremo de intervencionismo gubernamental se da en las monarquías del Golfo: salvo muy recientemente en Bahrein, en donde acaban de ser permitidos, en todos los demás países simplemente no se permite su existencia. En otros países árabes no democráticos como Libia, Egipto, Libia o Sudán, las centrales sindicales únicas llevan largo tiempo controladas por los partidos únicos o casi únicos de las respectivas dictaduras. El sindicalismo único controlado por el Gobierno también es el característico de otro tipo de dictaduras, las de los regímenes gobernados por partidos comunistas. En dos de ellas –Vietnam y China- en muy avanzada transición al capitalismo más duro, sin sistemas de protección social avanzados. Conviene resaltar que la consecución de los derechos sindicales fundamentales en estos países, en particular en China, tiene una importancia universal. El modelo de competitividad que se quiere imponer en Europa, basado en fuertes recortes de los costes laborales y de las prestaciones de los Estados de Bienestar tiene bastante que ver con la falta de derechos sindicales en China y otros países emergentes.
En estos países, la crisis ha producido un incremento de las protestas de los trabajadores al margen de los sindicatos oficiales. Importantes, por ejemplo, fueron en Egipto donde hubo una fuerte represión gubernamental. Estas protestas han permitido el fortalecimiento de organizaciones democráticas autónomas con fuerte vocación sindical como CTUWS (2). China y Vietnam han vivido importantes huelgas espontáneas En la etapa de pronta recuperación que siguió al año de crisis -que fue el 2009- por mejoras salariales, se realizaron las huelgas sobre todo en empresas multinacionales. En dicho año, cuando un crecimiento de “sólo el 6%” y la caída de las exportaciones en diversos sectores manufactureros como consecuencia de la recesión en las economías desarrolladas, motivó el cierre de empresas, las protestas de los trabajadores –en China- fueron también por el pago de las indemnizaciones por despido, y en ellas participaron también contingentes de trabajadores migrantes, ese auténtico “ejército de reserva” del capitalismo chino que puede alcanzar los 180 millones de personas, censadas como campesinos pero que trabajan en las ciudades sin la mayoría de los derechos de los trabajadores urbanos. Las centrales oficiales china y vietnamita –ACFTU y VGCL- están por completo al margen de estos movimientos de protesta: En los contactos que la Secretaría de Internacional de CC OO ha mantenido con los responsables de ambas, hemos encontrado una actitud más abierta y comprensiva hacia los movimientos huelguísticos por parte de los sindicalistas oficialistas vietnamitas que en los chinos.
Crisis, políticas de ajuste y recortes sociales en Europa
La utilización de la crisis para recortar los derechos sindicales, sociales y laborales no ha sido una práctica generalizada por parte de los gobiernos, al menos hasta 2010. Las resoluciones de las cumbres del G20 de Washington (noviembre de 2008), Londres (abril de 2009) y Pittsburgh (septiembre de 2009) decidieron salvar el sistema financiero con dinero público y reactivar las economías mediante la adopción de políticas keynesianas de estímulo de la demanda. La participación de la delegación de la CSI en reuniones previas y encuentros paralelos, en las cumbres, con los principales jefes de estado y de gobierno de los países del G20 consiguieron introducir en las declaraciones finales conceptos, orientaciones y compromisos -.más o menos concretos- sobre el empleo y su protección y otros temas de la agenda sindical. Buena parte de estos no se han cumplido y, a partir de la fracasada Cumbre de Toronto (junio de 2010), las declaraciones finales incluyen un contradictorio conjunto de preceptos para contentar tanto a aquellos países que continúan en la senda keynesiana (EE UU y los emergentes) como a a aquellos otros que han vuelto a la agenda neoliberal (los de la UE y Canadá).
Previamente, la UE, en la crítica reunión del consejo Europeo del 9 de mayo, -incapaces y faltos de voluntad sus líderes políticos para resolver la crisis de las deudas soberanas mediante el gobierno de los mercados- había realizado un giro radical en la orientación de sus políticas macroeconómicas para marcarse como única prioridad la reducción de los déficits públicos y de la deuda pública de sus Estados miembros. Dos instrumentos se promovieron para ello: a) drásticas políticas de ajuste presupuestario basadas en la reducción o/y congelación de salarios y pensiones, reducción de la inversión pública y de los gastos sociales y, en menor medida, aumento de los impuestos (sobre todo los indirectos); y, b) las llamadas “reformas estructurales” que no son otra cosa que la aplicación de los contenidos de la resucitada agenda neoliberal a los sistemas de protección social, mercados laborales y sistemas de negociación colectiva. Es decir, recortes de derechos sindicales, laborales y sociales, mientras que los responsables de la crisis, los agentes del sistema financiero, siguen sin regulación suficiente, efectiva y justa, y una parte de ellos pueden permitirse el haberse enriquecido especulando al alza, para provocar la crisis, y, ahora, enriquecerse especulando a la baja, contra la deuda de los Estados, deuda adquirida para salvar al sistema de las impunes fechorías que cometieron antes de desencadenarse la crisis. ¡Toda una parábola moral a costa de la ciudadanía europea!
Vulneración del derecho de negociación colectiva
La deriva política de la UE, que está poniendo en peligro no sólo el euro sino el mismo proceso de integración política europeo, implica la vulneración de derechos sindicales fundamentales, al menos de los empleados públicos que han visto anulado su derecho a la negociación colectiva y al reconocimiento del valor legal de los acuerdos suscritos. También los responsables políticos europeo pretenden debilitar el valor de la negociación colectiva en el sector privado, siguiendo los designios e interesas de los empresarios.
El derecho a la negociación colectiva, estrechamente relacionado con el derecho de sindicalización, tal como proclama el Convenio 98 la OIT, es uno de los más vulnerables y vulnerados. De hecho el Convenio 98 no está ratificado por países que superan la mitad de la población de la humanidad: Canadá, China. India, Irán, México, República de Korea, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam. Aún en los países en los que está ratificado, la aplicación de sus disposiciones no siempre se cumple. En el mencionado Informe la CSI se dice: “El respeto de los derechos de sindicalización y negociación colectiva resulta crucial para restaurar el poder adquisitivo y el crecimiento económico en el mundo entero, y los Gobiernos deben actuar para asegurarse de que esos derechos sean respetados tanto en la ley como en la práctica. La alternativa es una mayor desigualdad y una recesión aún más profunda”.
Distribución de la riqueza, poder sindical y crisis
Sería muy interesante que los gobernantes europeos (y de las demás partes del mundo, por supuesto) leyeran el artículo recientemente publicado por dos economistas del FMI, Michel Kumhof y Romain Rancière (3). En él se estudian, con un sólido aparato empírico y teórico, las variables desigualdad social y endeudamiento en la Gran Depresión de 1929 y la Gran Depresión, de 2007, para llegar a la conclusión que el elevado endeudamiento y la crisis son resultados de una cambio en la distribución de los ingresos hacia una mayor desigualdad:
“Empíricamente, los períodos 1920-1929 y 1983-2008 mostraron un gran incremento en la cuota de ingresos de los ricos, un gran aumento en el endeudamiento para el resto, y una eventual crisis financiera y real. El documento presenta un modelo teórico en el que estas características surgen de manera endógena como resultado de un cambio en la capacidad de negociación sobre los ingresos. Una crisis financiera puede reducir el endeudamiento si es muy grande y no está acompañado de una contracción real. Sin embargo, la restauración del poder de negociación del grupo con menores ingresos es más eficaz… Un mayor poder de negociación para los trabajadores con el fin de reducir la desigualdad de ingresos puede ser muy efectivo para reducir la probabilidad de una nueva crisis".
El reto del sindicalismo europeo y mundial en la difícil y compleja situación que vivimos es de una gran dimensión: analizar, comunicar, convencer, aunar intereses, organizar y luchar, local y globalmente.
(1) Recoge los datos del año 2009. Su enlace, en castellano, es: http://survey.ituc-csi.org/+-Whole-World-+.html?lang=es
(2) CTUWS son las siglas, en inglés, de Centro de Servicios para los Trabajadores y Sindicatos.
(3) Kumhof, Michael/ Rancière, Romain: “Inequality, Leverage and Crises” IMF, Working Paper, november 2010
Javier Doz
Secretario de Internacional. CC OO
Aunque en los países en los que hay juego democrático el problema de la hostilidad o aislamiento mediático de las posiciones sindicales tiene una importancia grande, no es, sin duda, el más duro de los ataques que sufren el sindicalismo en el mundo, agudizados por las consecuencias de la crisis y por los conflictos sociales que el modelo de salida de la misma implican.
Durante el pasado año, y especialmente a partir del momento en que se convocó la huelga general del 29 de septiembre, el sindicalismo confederal español ha sufrido una durísima campaña de prensa denigratoria por parte de los medios de comunicación de orientación derechista como no se ha conocido desde la recuperación de la democracia.
La mayor parte de estos medios no se han detenido ante la utilización de la calumnia y la injuria, en ese estilo habitual de la extrema derecha, combinando los ataques personales a los dirigentes y al colectivo de sindicalistas profesionales –los “liberados”- con las acusaciones de vivir de los presupuestos públicos y de representar un tipo de sindicalismo trasnochado, incapaz de adaptare a la evolución de las sociedades modernas. Sin importar no ya la verdad sino la misma coherencia de su discurso, podían atacar a CC OO y UGT por defender “sólo a los trabajadores con empleo fijo”, en el mismo momento en que la prioridad de sus esfuerzos estaba en la creación de empleo, la reducción de los contratos temporales o la mejora de la protección de los parados; o bien, calificarlos de “vendidos al Gobierno” por no convocar una huelga general política contra Zapatero, cuando este no adoptaba medidas de recorte de los derechos laborales y sociales, y seguir siendo una mezcla de vendidos y radicales trasnochados cuando se convocó la huelga general del 29 de septiembre, ante la adopción por el Gobierno de Zapatero del conjunto de medidas antisociales más extenso que se haya conocido en democracia. Un análisis semántico de esta campaña sería un buen filón para los estudiosos de la comunicación. Una vez decretado, en contra de la verdad, el fracaso de la huelga del 29 de septiembre, la campaña disminuyó en intensidad. Al comenzar el nuevo año la campaña parece que vuelve a empezar.
Vuelve el neoloberalismo
Una campaña de prensa antisindical tan intensa no se producido en otros países europeos, incluidos aquellos que han vivido movilizaciones sindicales más duras y prolongadas como Grecia y Francia. Pero sí existen numerosos ejemplos en otros países y momentos. Lo que se detecta con claridad es que la reacción de los poderes económicos del mundo, en particular del capital financiero, tras su salvamento por los gobiernos y tras haber tenido que soportar políticas keynesianas durante un par de años –en Europa sólo año y medio- y las amenazas de ser regulados y controlados algo más –por el momento sólo amenazas- es la de volver a imponer su agenda neoliberal con la colaboración de una gran parte de los medios de comunicación. Hoy, en Europa, a pesar de las críticas de políticos europeístas y de las líneas editoriales de periódicos de referencia –Le Monde, Financial Times, etc.- a los descomunales errores e insuficiencias del liderazgo político europeo –capitaneado por Merkel y su acompañante Sarkozy- son pocos los que cuestionan a fondo las políticas de ajuste de la agenda neoliberal renacida.
Aunque en los países en los que hay juego democrático el problema de la hostilidad o aislamiento mediático de las posiciones sindicales tiene una importancia grande, no es, sin duda, el más duro de los ataques que sufren el sindicalismo en el mundo, agudizados por las consecuencias de la crisis y por los conflictos sociales que el modelo de salida de la misma implican.
Impacto e la crisis en el empleo
Desde 2008, la crisis económica y financiera mundial ha tenido un enorme impacto sobre el nivel de empleo en todo el mundo. Cerca de 40 millones de puestos de trabajo se han perdido (datos de la OIT). La amenaza del desempleo, la precarización y el paso a la economía informal pesan aún sobre muchos otros millones de trabajadores y trabajadoras. La OIT estima que actualmente el 50% de la mano de obra global tiene un trabajo precario. Esto afecta a los trabajadores de las zonas francas industriales, especialmente en el Sudeste asiático y en América Central, a los empleados del servicio doméstico (sobre todo en Oriente Medio y el Sudeste asiático), los migrantes y los trabajadores/as agrícolas. En estos Sectores, las mujeres son mayoría. Los trabajadores de la economía informal y los precarios -entre ellos los que sufren una forma de empleo atípico como los falsos autónomos- encuentran dificultades adicionales para organizarse sindicalmente y hacer valer sus derechos.
La violación de los derechos sindicales en el mundo
La Confederación Sindical Internacional (CSI) constata, en su “Informe, 2010, sobre Violaciones de los Derechos Sindicales en el Mundo” (1), que “…la tarea central de los sindicatos, como es la defensa y promoción de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y de empleos decentes para todos, resulta más difícil que en ningún otro momento de la historia reciente. De hecho, en muchos países, a pesar del llamamiento lanzado por los Líderes del G20, las autoridades públicas y el sector empresarial han seguido utilizando la crisis como pretexto para debilitar y socavar los derechos sindicales”.
El número de países afectados por violaciones, más o menos graves, de los derechos sindicales ha aumentado hasta llegar a 140. En la más grave de todas, el asesinato de sindicalistas, los casos se incrementaron de 76, en 2008, a 101, en 2009 (un 30% más). Por países: 48 en Colombia, 16 en Guatemala, 12 en Honduras, seis en México, seis en Bangladesh, cuatro en Brasil, tres en la República Dominicana, tres en Filipinas, uno en India, uno en Iraq y uno en Nigeria. La concentración de 85 de los asesinados en América Latina es un hecho notable, habiendo aumentado el porcentaje que se acumula en esta Región del mundo que presenta el más elevado grado de desigualdad social de nuestro planeta. De los 48 sindicalistas asesinados en Colombia, la nación que año tras año encabeza este macabro ranking, 22 eran dirigentes sindicales. En 2009 también destacan los casos de Guatemala y Honduras que superan ampliamente la decena de sindicalistas asesinados.
La estadística anterior se refiere a los casos de asesinatos individuales premeditados. Se elevan a centenares el número de trabajadores muertos o heridos, por disparos de las policías o las fuerzas armadas, en protestas laborales y sociales convocadas o apoyadas por sindicatos. El caso más sangriento, en 2009, fue la matanza del 29 de septiembre en Guinea (Conakry) en el que un número todavía mal contabilizado de personas –que pudieron haber sido varios centenares- murió en la represión del Ejército de la huelga general y las manifestaciones, convocadas por los sindicatos en defensa de la democracia. Este compromiso del sindicalismo confederal en la defensa de la libertad y la democracia, y sus dramáticas consecuencias cuando se enfrenta a golpes de estado, también se puso de manifiesto en Honduras, tras el derrocamiento del presidente constitucional Manuel Zelaya. Pero así mismo, en conflictos laborales: en Bangladesh, seis trabajadores de la confección que estaban en huelga para reclamar un incremento salarial y el pago de salarios adeudados perdieron la vida como consecuencia de una intervención policial.
Las detenciones y las penas de prisión por el ejercicio de actividades sindicales llevaron a las cárceles a miles de sindicalistas. Destacan en ello países como Irán, Honduras, Pakistán, Corea del Sur, Turquía Y Zimbawe. Éste es uno de los aspectos más destacados de la vulneración de los derechos sindicales en el mundo. El informe de la CSI menciona como países en los que ha habido un más claro deterioro del respeto a los derechos sindicales a Egipto, la Federación Rusa, Corea del Sur y Turquía. Las violaciones de los derechos sindicales no pueden ser en bastantes ocasiones denunciadas por el clima de acoso e intimidación que sufren los trabajadores que quieren iniciar o desarrollar actividades sindicales en las empresas. El momento de crear un sindicato es cuando en muchos países los trabajadores son despedidos por los empresarios. En lugares del Norte y el Sur de América, por ejemplo, en países en donde existe libertad sindical formal -como EE UU, Perú o Colombia- el proceso de creación de un sindicato en una empresa, en el cual sus promotores tienen que cubrir numerosos requisitos, es utilizado por los empresarios para despedir a quienes lo intentan.
La represión de huelgas, manifestaciones y otros actos de protesta sigue produciendo cada año miles de heridos y detenidos en todas las regiones del mundo. En los últimos dos años, a los objetivos habituales de las protestas sindicales –reclamación de salarios o denuncia de condiciones de trabajo especialmente onerosas- se han añadido las de denuncia de la crisis, sus consecuencias y las políticas de los gobiernos frente a ella. En 2009 el mapa de este tipo de conflictos, con su secuela de agredidos y detenidos, fue muy extenso. Como botón de muestra: Argelia, Bielorusia, Birmania, Costa de Marfil, Egipto, Honduras, India, Irán, Kenya, Nepal, Pakistán y Turquía.
Crisis, represión y control político de los sindicatos
Hay que referirse, por su actualidad y proximidad, a las protestas sociales que se están produciendo en el momento de escribir estas líneas en dos países del Magreb: Túnez y Argelia. Son protestas contra las consecuencias de la crisis y la fundada sensación de falta de futuro de los jóvenes, la mayoría de ellos en paro o con trabajos informales que proporcionan ínfimos ingresos, muchos de ellos diplomados universitarios. La brutal respuesta policial de una dictadura –Túnez- y un régimen autoritario –Argelia- han producido decenas de muertos, hasta el momento, en protestas que, surgidas de un modo más o menos espontáneo, tocan a las puertas de unas centrales sindicales, de carácter casi único y fuertemente influenciadas por sus gobiernos, aunque con respectivas historias en las que se alternan períodos de subordinación con otros de mayor autonomía y aún de confrontación. La evolución de la situación en Túnez merece ser seguida con atención. La dirección de la UGTT ha pasado de una posición de apoyo al Gobierno del dictador Ben Alí a otra de pretendida equidistancia y búsqueda de una posición “pacificadora”, mientras que numerosas federaciones y sindicatos se suman a la protesta, destacando la federación de enseñanza que ha llamado a una huelga general a la que el Gobierno , también atemorizado por la activa participación de los estudiantes en las protestas masivas, ha respondido clausurando todos los centros educativos por tiempo indefinido.
La intervención de los gobiernos en la configuración y el control del sindicalismo tiene una amplia tradición en numerosos países y a lo largo de toda la Historia del movimiento sindical. Se puede decir, de modo general, que donde no hay democracia no hay libertad sindical ni los derechos sindicales fundamentales se respetan. Pero la propensión del poder político o de los partidos políticos a controlar o influenciar al sindicalismo también se da en bastantes naciones democráticas. En ocasiones, las propias direcciones de las centrales y sindicatos valoran más dicha influencia que la autonomía sindical. El caso extremo de intervencionismo gubernamental se da en las monarquías del Golfo: salvo muy recientemente en Bahrein, en donde acaban de ser permitidos, en todos los demás países simplemente no se permite su existencia. En otros países árabes no democráticos como Libia, Egipto, Libia o Sudán, las centrales sindicales únicas llevan largo tiempo controladas por los partidos únicos o casi únicos de las respectivas dictaduras. El sindicalismo único controlado por el Gobierno también es el característico de otro tipo de dictaduras, las de los regímenes gobernados por partidos comunistas. En dos de ellas –Vietnam y China- en muy avanzada transición al capitalismo más duro, sin sistemas de protección social avanzados. Conviene resaltar que la consecución de los derechos sindicales fundamentales en estos países, en particular en China, tiene una importancia universal. El modelo de competitividad que se quiere imponer en Europa, basado en fuertes recortes de los costes laborales y de las prestaciones de los Estados de Bienestar tiene bastante que ver con la falta de derechos sindicales en China y otros países emergentes.
En estos países, la crisis ha producido un incremento de las protestas de los trabajadores al margen de los sindicatos oficiales. Importantes, por ejemplo, fueron en Egipto donde hubo una fuerte represión gubernamental. Estas protestas han permitido el fortalecimiento de organizaciones democráticas autónomas con fuerte vocación sindical como CTUWS (2). China y Vietnam han vivido importantes huelgas espontáneas En la etapa de pronta recuperación que siguió al año de crisis -que fue el 2009- por mejoras salariales, se realizaron las huelgas sobre todo en empresas multinacionales. En dicho año, cuando un crecimiento de “sólo el 6%” y la caída de las exportaciones en diversos sectores manufactureros como consecuencia de la recesión en las economías desarrolladas, motivó el cierre de empresas, las protestas de los trabajadores –en China- fueron también por el pago de las indemnizaciones por despido, y en ellas participaron también contingentes de trabajadores migrantes, ese auténtico “ejército de reserva” del capitalismo chino que puede alcanzar los 180 millones de personas, censadas como campesinos pero que trabajan en las ciudades sin la mayoría de los derechos de los trabajadores urbanos. Las centrales oficiales china y vietnamita –ACFTU y VGCL- están por completo al margen de estos movimientos de protesta: En los contactos que la Secretaría de Internacional de CC OO ha mantenido con los responsables de ambas, hemos encontrado una actitud más abierta y comprensiva hacia los movimientos huelguísticos por parte de los sindicalistas oficialistas vietnamitas que en los chinos.
Crisis, políticas de ajuste y recortes sociales en Europa
La utilización de la crisis para recortar los derechos sindicales, sociales y laborales no ha sido una práctica generalizada por parte de los gobiernos, al menos hasta 2010. Las resoluciones de las cumbres del G20 de Washington (noviembre de 2008), Londres (abril de 2009) y Pittsburgh (septiembre de 2009) decidieron salvar el sistema financiero con dinero público y reactivar las economías mediante la adopción de políticas keynesianas de estímulo de la demanda. La participación de la delegación de la CSI en reuniones previas y encuentros paralelos, en las cumbres, con los principales jefes de estado y de gobierno de los países del G20 consiguieron introducir en las declaraciones finales conceptos, orientaciones y compromisos -.más o menos concretos- sobre el empleo y su protección y otros temas de la agenda sindical. Buena parte de estos no se han cumplido y, a partir de la fracasada Cumbre de Toronto (junio de 2010), las declaraciones finales incluyen un contradictorio conjunto de preceptos para contentar tanto a aquellos países que continúan en la senda keynesiana (EE UU y los emergentes) como a a aquellos otros que han vuelto a la agenda neoliberal (los de la UE y Canadá).
Previamente, la UE, en la crítica reunión del consejo Europeo del 9 de mayo, -incapaces y faltos de voluntad sus líderes políticos para resolver la crisis de las deudas soberanas mediante el gobierno de los mercados- había realizado un giro radical en la orientación de sus políticas macroeconómicas para marcarse como única prioridad la reducción de los déficits públicos y de la deuda pública de sus Estados miembros. Dos instrumentos se promovieron para ello: a) drásticas políticas de ajuste presupuestario basadas en la reducción o/y congelación de salarios y pensiones, reducción de la inversión pública y de los gastos sociales y, en menor medida, aumento de los impuestos (sobre todo los indirectos); y, b) las llamadas “reformas estructurales” que no son otra cosa que la aplicación de los contenidos de la resucitada agenda neoliberal a los sistemas de protección social, mercados laborales y sistemas de negociación colectiva. Es decir, recortes de derechos sindicales, laborales y sociales, mientras que los responsables de la crisis, los agentes del sistema financiero, siguen sin regulación suficiente, efectiva y justa, y una parte de ellos pueden permitirse el haberse enriquecido especulando al alza, para provocar la crisis, y, ahora, enriquecerse especulando a la baja, contra la deuda de los Estados, deuda adquirida para salvar al sistema de las impunes fechorías que cometieron antes de desencadenarse la crisis. ¡Toda una parábola moral a costa de la ciudadanía europea!
Vulneración del derecho de negociación colectiva
La deriva política de la UE, que está poniendo en peligro no sólo el euro sino el mismo proceso de integración política europeo, implica la vulneración de derechos sindicales fundamentales, al menos de los empleados públicos que han visto anulado su derecho a la negociación colectiva y al reconocimiento del valor legal de los acuerdos suscritos. También los responsables políticos europeo pretenden debilitar el valor de la negociación colectiva en el sector privado, siguiendo los designios e interesas de los empresarios.
El derecho a la negociación colectiva, estrechamente relacionado con el derecho de sindicalización, tal como proclama el Convenio 98 la OIT, es uno de los más vulnerables y vulnerados. De hecho el Convenio 98 no está ratificado por países que superan la mitad de la población de la humanidad: Canadá, China. India, Irán, México, República de Korea, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam. Aún en los países en los que está ratificado, la aplicación de sus disposiciones no siempre se cumple. En el mencionado Informe la CSI se dice: “El respeto de los derechos de sindicalización y negociación colectiva resulta crucial para restaurar el poder adquisitivo y el crecimiento económico en el mundo entero, y los Gobiernos deben actuar para asegurarse de que esos derechos sean respetados tanto en la ley como en la práctica. La alternativa es una mayor desigualdad y una recesión aún más profunda”.
Distribución de la riqueza, poder sindical y crisis
Sería muy interesante que los gobernantes europeos (y de las demás partes del mundo, por supuesto) leyeran el artículo recientemente publicado por dos economistas del FMI, Michel Kumhof y Romain Rancière (3). En él se estudian, con un sólido aparato empírico y teórico, las variables desigualdad social y endeudamiento en la Gran Depresión de 1929 y la Gran Depresión, de 2007, para llegar a la conclusión que el elevado endeudamiento y la crisis son resultados de una cambio en la distribución de los ingresos hacia una mayor desigualdad:
“Empíricamente, los períodos 1920-1929 y 1983-2008 mostraron un gran incremento en la cuota de ingresos de los ricos, un gran aumento en el endeudamiento para el resto, y una eventual crisis financiera y real. El documento presenta un modelo teórico en el que estas características surgen de manera endógena como resultado de un cambio en la capacidad de negociación sobre los ingresos. Una crisis financiera puede reducir el endeudamiento si es muy grande y no está acompañado de una contracción real. Sin embargo, la restauración del poder de negociación del grupo con menores ingresos es más eficaz… Un mayor poder de negociación para los trabajadores con el fin de reducir la desigualdad de ingresos puede ser muy efectivo para reducir la probabilidad de una nueva crisis".
El reto del sindicalismo europeo y mundial en la difícil y compleja situación que vivimos es de una gran dimensión: analizar, comunicar, convencer, aunar intereses, organizar y luchar, local y globalmente.
(1) Recoge los datos del año 2009. Su enlace, en castellano, es: http://survey.ituc-csi.org/+-Whole-World-+.html?lang=es
(2) CTUWS son las siglas, en inglés, de Centro de Servicios para los Trabajadores y Sindicatos.
(3) Kumhof, Michael/ Rancière, Romain: “Inequality, Leverage and Crises” IMF, Working Paper, november 2010
Javier Doz
Secretario de Internacional. CC OO
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